Después de todo lo que ha pasado, de un sinvivir que le llevó a una depresión severa, Virginia Torrecilla (Cala Millor, Mallorca; 29 años) recuperó la sonrisa con el balón entre los pies porque es lo que siempre hizo desde que tenía uso de razón, desde que con nueve años se metió en un equipo mixto con el consentimiento de su madre pero a hurtadillas de su padre porque, pensaba, no lo entendería. El tiempo y su calidad demostraron que estaba hecha para jugar, para competir con las mejores. Hasta que un cáncer, un tumor cerebral que le apartó por dos años, le quiso llevar la contraria. Y por poco lo consigue. Pero volvió al césped para recibir el cariño de la afición y hasta de sus excompañeras, pues las jugadoras del Barcelona le mantearon al tiempo que ella no podía contener la risa, la felicidad. Aunque desde que volviera a calzarse las botas no ha encontrado su mejor versión, suplente en el Atlético y después en el Villarreal. Y ella, que fue una luchadora, una futbolista de esa generación que llegó antes de tiempo pero tan necesaria para configurar a la triunfal selección española de hoy y las futbolistas del futuro, que siempre se exigió estar en la élite y que necesitaba competir para saciar su apetito voraz, ha optado finalmente por colgar la botas. Quiere, eso sí, formarse y estudiar, seguir vinculada de alguna manera al balón, un amigo que nunca le dio la espalda. “Hoy me despido del fútbol profesional después de 14 años. Seguiré vinculada a este deporte que tanto me ha dado. Hasta pronto”, escribió en las redes sociales.
Torrecilla comenzó a jugar al fútbol en una época en la que los prejuicios arcaicos de la sociedad todavía eran latentes. “Tuve que aguantar comentarios absurdos del tipo ‘vete a fregar platos’. Eso ya no lo escuchas; pero que te digan esos comentarios cuando tienes 12 ó 13 años es muy doloroso… Lo pasé mal. Hasta que a los 15 años ya me fui el Collerense, mi primer equipo solo de chicas”, reconocía. Y de ahí al estrellato. Pues en 2011 la fichó el Barcelona. “Nos gustaba su carácter, su manera de competir y la alegría que transmitía jugando. Se le convenció y vino a Barcelona. Pronto la empezaron a comparar con Busquets, incluso los jugadores del primer equipo. Era completísima, podía jugar en cualquier posición siempre que fuera por dentro: de central, de mediocentro, de mediapunta y de delantera”, explica el entonces su entrenador azulgrana, Xavi Llorens. “En la posición de seis tan famosa en el Barça no había nadie mejor en ese momento. Gran desplazamiento, técnica, muy alta para su edad…”, se suma Vicky Losada, excompañera del Barça y la selección. Después de tres Ligas y dos Copas, sin embargo, decidió hacer mutis por el foro: al Montpellier francés. Quería calibrar su nivel, toda vez que entendía que en España no se apostaba por el fútbol, que quedaba mucho trecho para poder equipararse con los grandes clubes y competiciones “Aquí, en Francia, una futbolista, gana mucho más del doble que en España. La liga me gusta mucho porque no tiene tantos equipos (son 13 equipos), lo que permite que se pueda descansar más, por ejemplo, con jornadas libres antes de jugar la Champions”, resolvía con la camiseta gala puesta. Cuatro años más tarde regresó a España, al Atlético.
Pero durante el trayecto también se hizo su camino con la selección española, ya que sumó 68 internacionalidades y disputó dos Eurocopas (2013 y 2017) y dos Mundiales (2013 y 2019). “Es que era muy buena. Como futbolista los resultados y su juego hablan por sí solos. Ha llegado a lo más alto y tuvimos mucha suerte de tenerla con nosotras”, resuelve su excompañera en el Atlético y La Roja, Lola Gallardo. Pero no todo fue un camino de rosas porque ella, como el resto de sus compañeras, levantó en su día la voz para señalar al exseleccionador Ignacio Quereda, obligado a dimitir tras ser acusado de abuso de poder y desconsideración constante hacia las jugadoras. En 2019, además y ya con Jorge Vilda en el banquillo, se puso el brazalete. Estaba en su prime. Pero, de repente, todo se torció.
Un dolor de cuello y de cabeza le llevó al médico y ahí descubrió que tenía cáncer, un tumor cerebral. En principio parecía benigno. Pero después de la primera operación resulta que no, que era maligno, que tendría que pasar por 13 meses de tratamiento, 30 rondas de radioterapia, 15 ciclos de quimioterapia, pérdida del cabello y de peso (hasta 16 kg)… Y del ánimo. Sobre todo porque en junio de 2021, cuando parecía llegar a la luz del túnel, un accidente de coche dejó a su madre parapléjica. Y aunque no fue su culpa porque una camioneta impactó por detrás, le costó digerir la noticia, la mala fortuna, ya que ella estaba al volante. “Pasaría por el cáncer 15 veces más para que mi mamá volviera a caminar. Lo prometo con todo mi corazón. No me importa. Si pudiera volver a ponerse de pie…”, admitía. Pensó en dejar el fútbol, deprimida como estaba, afectada también por la muerte de su tío por un cáncer de próstata. Se lo dijo incluso al Atlético. Pero sus padres se negaron y seis meses después, en enero de 2022, 683 días desde su último partido, Torrecilla volvió al campo en la final de la Supercopa de España. Y las jugadoras del Barça le mantearon. “Es indiscutible que es un ejemplo de fortaleza y humildad”, dice Losada. “Siempre le he dicho que ella no estaba lesionada, que estaba en el sofá de su casa jugándose la vida. Y luego llegó lo de su madre, otro golpe muy duro. Pero ha sobrevivido y recuperado esa alegría tan suya porque en un café con ella tienes las risas aseguradas”, añade Gallardo. “Es una persona excepcional”, interviene Llorens; “pasó por unos palos que no sé si toda la gente lo superaríamos… Pero eso te deja marcado. Deportivamente, le ha costado mucho, no ha sido titular y no ha tenido los minutos que necesitaba ni quería”. Porque en el Atlético ganó otras dos Copas y una Supercopa, pero su participación llegaba desde el banquillo. Por eso este verano decidió ir al Villarreal, convencida por la entrenadora Sara Monforte, por más que también tenía una oferta del Sevilla.
Ocurrió que en el Villarreal tampoco se ganó el sitio y ahora ha decidido decir basta, colgar las botas. Por detrás deja una carrera de éxito, también una generación que luchó para que el fútbol también importara en España. “Es una lástima que se ha perdido por muy pocos años el triunfo de la selección. Pero puede estar orgullosa de haber ayudado a crecer al equipo y al fútbol. Sobre todo porque antes se hacían muchos sacrificios y no se valoraba ni reconocía”, desliza Llorens. “Puede sentirse orgullosa por su carrea dentro y fuera del campo”, agrega Losada, que la define como una amiga de diez. “Y que ahora la vida le devuelva las cosas que le ha quitado”, remata Gallardo. Eso, seguramente, también será con un balón cerca. Pero ya no entre las botas. “Quiero daros las gracias por el inmenso cariño que me habéis dado durante tanto tiempo y quiero deciros que siempre os llevaré en mi corazón”, cerró Torrecilla en las redes sociales.
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